La Fisionutrición, un concepto de prevención de la salud
Nuestra salud depende de diversos equilibrios fisiológicos (necesarios para la vida de nuestras células) directamente afectados por nuestra alimentación y entorno.
Este es un verdadero desafío en la salud pública para una mayor longevidad y un buen estado de salud.
Nuestra alimentación diaria debe proporcionarnos una cantidad suficiente de macronutrientes (hidratos de carbono, grasas y proteínas) y micronutrientes (vitaminas, oligoelementos y minerales) para asegurar la cobertura de todas nuestras necesidades celulares y funcionales. Sin embargo, aunque el suministro de alimentos de nuestras sociedades occidentales nos dé la impresión de que no nos falta nada, nuestra dieta actual está lejos de satisfacer nuestras necesidades y puede influir en nuestras futuras enfermedades.
Las principales encuestas nutricionales recientes son instructivas:
- ABENA (2011-2012): determinantes socioeconómicos del comportamiento alimentario;
- INRA (2012): conductas alimentarias y salud;
- EPIPREF (2013) en colaboración con el Centre des Sciences du goût et de l'alimentation de Dijon: preferencias alimentarias;
- ESTEBAN (2014-2016), nutrición y ejercicio físico, determinantes de la obesidad en adultos jóvenes;
- INCA 3 (2017): consumo y hábitos alimenticios de los franceses;
- Y... NUTRINET (2009) con 276.969 inscritos!
La conclusión es simple: una gran parte de nuestra población no recibe las ingestas nutricionales recomendadas de vitaminas, minerales y oligoelementos, y consume demasiado azúcar, grasas malas y no suficientes grasas buenas y fibra.
¿Por qué nuestra dieta no cubre nuestras necesidades de macro y micronutrientes?
En esta observación deben tenerse en cuenta dos factores principales:
La primera es que la reducción en la ingesta total de calorías, una tendencia observada durante varias décadas, ha llevado a una disminución en nuestra ingesta diaria de micronutrientes. La disminución de la ingesta calórica se explica por la disminución del gasto energético debido a un cambio en nuestros estilos de vida: reducción del tiempo de trabajo, mecanización de muchas actividades manuales, generalización de ascensores, viajes realizados en coche o moto u otros, tiempo libre pasado frente al televisor o frente a un ordenador... Y aunque consumimos más frutas y verduras, también consumimos más alimentos ricos en azúcares y grasas saturadas, con una densidad micronutricional casi nula.
El segundo es la disminución de la densidad de micronutrientes de nuestros alimentos o "concepto de calorías vacías", lo que significa que un alimento o ingrediente proporciona energía en forma de azúcar y grasas malas con mayor frecuencia y a esto se le suma una concentración muy baja de fibra, minerales, vitaminas y oligoelementos. Entre los mas típicos se encuentran las harinas refinadas, los snacks, la bollería industrial, las barras de chocolate, el alcohol, la comida rápida y, en general, la mayoría de los alimentos industriales. Además, la densidad micronutricional de frutas y verduras también ha disminuido significativamente. La causa: el exceso de riego de los cultivos, el uso excesivo de fertilizantes, herbicidas, pesticidas, la recolección de frutas y verduras antes de la maduración, los tratamientos de conservación y el tiempo de transporte entre la recolección y el consumo.
¿Por qué nuestro entorno y estilos de vida contribuyen a los desequilibrios nutricionales y a la aparición de enfermedades?
Existen otros factores ubicuos de uso excesivo de vitaminas y minerales, incluida la contaminación del aire, los metales pesados y los muchos disruptores endocrinos presentes en nuestra dieta y medio ambiente.
Otros factores relacionados con el aumento de las necesidades o reducción de la ingesta también afectan a grandes fracciones de la población: tomar pastillas a una edad muy temprana y durante muchos años, deporte de alta intesidad, dietas no suplementadas, vegetarianas o veganas, dietas desequilibradas, consumo excesivo de café, tabaco, drogas, alcohol, exposición al sol, tomar medicamentos...
Como resultado, incluso con una dieta variada y equilibrada, múltiples limitaciones nos impiden cubrir las ingestas nutricionales recomendadas de vitaminas, minerales y oligoelementos y menos aún compensar los factores de aumento de las necesidades que padecemos.
El lugar que tienen nuestras emociones es notable en la aparición de muchas patologías como el aumento de peso, la obesidad, la dependencia del alcohol-tabaquismo, la depresión y ciertas enfermedades inflamatorias agudas o crónicas... El manejo de nuestras emociones y comportamientos puede, por lo tanto, contribuir significativamente a la prevención, apoyo o tratamiento de ciertas enfermedades, al manejo de los efectos relacionados con la edad y, por lo tanto, a participar en el concepto de "vivir más tiempo y más saludable".
Todos hemos sentido en diversos grados:
- Una disminución de la motivación;
- Estrés profesional o personal agudo;
- Trastornos de ansiedad;
- Momentos de angustia;
- Dificultades para enfrentar cambios ante sus seres queridos a diario;
- Un estado depresivo más o menos agudo, muchas veces enmascarado, que lleva a abandonarlo todo;
- Dificultades para expresar y compartir con otros lo que se está experimentando en la cabeza o cuerpo;
- Episodios de trastornos alimentarios;
- Dificultades que conducen a una caída de la autoestima o la confianza en sí mismo.
Nuestras hormonas controlan innumerables funciones esenciales, incluyendo el crecimiento, las funciones sexuales, el sueño, el hambre, el estrés, el estado de ánimo y los metabolismos fundamentales (carbohidratos, grasas, proteínas, calcio, inmunidad, presión arterial, frecuencia cardíaca, equilibrio de líquidos y sodio...). Efectivamente, la disminución de la libido, fatiga, sensibilidad al estrés, tendencia al aumento de peso, períodos dolorosos ... son todos síntomas que pueden estar relacionados con desequilibrios hormonales que evolucionan con poco ruido. Requieren un manejo efectivo por compuestos bioactivos naturales.
Orquestar adecuadamente esta compleja sinfonía hormonal es una parte integral del concepto de fisionutrición.
La microbiota intestinal corresponde a todos los microorganismos (bacterias, virus, parásitos y hongos no patógenos) que colonizan nuestro sistema digestivo. Alberga cerca de 1014 microorganismos (de 2 a 10 veces más que el número de células que componen nuestro organismo, por un peso de 2 kilos), más de 1.000 especies diferentes (la gran mayoría de las cuales son de origen bacteriano) y más de 3 millones de genes diferentes (150 veces más que el genoma humano).
La composición de la microbiota intestinal está influenciada por muchos factores a lo largo de la vida: parto (vaginal o cesárea), nutrición infantil (lactancia materna o artificial), tratamientos antibióticos, estilo de vida, medio ambiente y dieta... Para cada individuo, la composición de la microbiota intestinal es única. Tiene un papel de liderazgo dentro de la organización. De hecho, más allá de su papel como primera barrera (de hecho, recubre la mayor superficie de intercambio entre el exterior y el interior de nuestro cuerpo: el intestino), la microbiota intestinal está implicada en la maduración del sistema inmune y en muchas vías metabólicas fundamentales como la resistencia a la insulina, la regulación del almacenamiento de lípidos, la fermentación de azúcares y proteínas, así como el metabolismo de los ácidos biliares y xenobióticos...
El desequilibrio de la microbiota intestinal, llamado disbiosis, tiene importantes consecuencias funcionales y está implicado en el desarrollo de muchas patologías metabólicas como la obesidad, pero también digestivas (EII, cáncer colorrectal...) o neuropsiquiátricas. Para mejorar cuantitativa y cualitativamente nuestra microbiota, es fundamental adoptar primero medidas higiénico-dietéticas sencillas como aumentar la ingesta de fibra, moderar el consumo de azúcar y carne roja, y practicar actividad física regular. Al mismo tiempo, tomar probióticos en forma de suplementos dietéticos puede ser esencial para mantener una flora intestinal equilibrada. Entonces entenderemos mejor por qué el equilibrio de la microbiota intestinal también está en el corazón del concepto de fisionutrición.
Puede llevar tiempo, a veces mucho, antes de que aparezcan signos clínicos reales o trastornos biológicos que revelen una u otra patología. Sin embargo, mucho antes, muchos síntomas muy variados e inespecíficos pueden recordar la presencia de déficits micronutricionales: disminución de la energía, disminución de la inmunidad, disminución de la capacidad de concentración o memorización, calambres, fatiga ocular, vulnerabilidad al estrés, inestabilidad del estado de ánimo, trastornos del sueño, disminución de la libido, trastornos del ciclo menstrual, infertilidad, sangrado de las encías, trastornos de tránsito, cicatrización lenta, piel seca y opaca...
Los exámenes de biología funcional, y las alteraciones significativas que pueden revelar, también son predictivos de posibles enfermedades futuras, especialmente cuando se asocian con signos clínicos discretos.
Sin embargo, es la persistencia o incluso el agravamiento de estas situaciones de deficiencias en vitaminas, minerales, oligoelementos, ácidos grasos, hormonas, microbiota, que, a partir de un cierto umbral, variable según nuestra genética y la expresión de nuestros genes, dará una sintomatología funcional hacia la aparición de ciertas enfermedades como la diabetes, ciertos cánceres, enfermedades cardiovasculares, enfermedades neurodegenerativas, ciertas patologías crónicas intestinales o articulares...
Diferente para cada uno de nosotros, nuestros genes activan la síntesis de una red de proteínas, llamada "señalización celular", cuya expresión o represión regula la funcionalidad de nuestras células y por lo tanto nuestra salud.
Ahora es indiscutible que nuestro tipo de alimento y nuestro entorno intervienen, en el corazón mismo de nuestras células, para influir en la actividad de algunos de nuestros genes y por lo tanto en la producción de esta red de proteínas, ya sean beneficiosas o peligrosas.
Por ejemplo, las proteínas de la inflamación se van a producir en grandes cantidades cuando comemos demasiado azúcar. Por otro lado, la ingesta de buenos ácidos grasos como los presentes en el pescado, o el manejo conductual del estrés se acompañan de la producción de factores antiinflamatorios y protectores.
Por lo tanto, nuestra alimentación, al igual que nuestro medio ambiente, tiene el poder de proteger o destruir el equilibrio celular del que dependen nuestra energía y salud; es la noción reciente de "detección de nutrientes" que la Fisionutrición ha integrado.
Dado que la ingesta de micronutrientes y compuestos bioactivos tiene un impacto global en el funcionamiento celular, más allá del tratamiento de déficits, utilizamos, basándonos en los estudios más recientes, las propiedades de los nutrientes y compuestos bioactivos para promover la señalización celular que protege el equilibrio celular y funcional.
¡La fisionutrición es para todos y para todas las edades de la vida!
Podéis ser los protagonistas de este enfoque preventivo para mejorar la salud, la calidad de vida y el bienestar.